En náutica, a este proceso se le suele llamar cazar las velas o cazar la escota. Estas dos expresiones son sinónimos de tensar la escota para orientar la vela en función de la dirección del viento.
Las escotas suelen relacionarse con las drizas, ya que ambas sogas cumplen una función complementaria dentro de una embarcación: por medio de las drizas izamos las velas para iniciar la navegación (y las arriamos al terminar, por supuesto), y con las escotas regulamos la marcha.
Los extremos de una vela se denominan puños, y cada uno de ellos recibe un nombre específico en función del cabo que se anude en él. Así, llamamos a la esquina inferior de la vela (la opuesta al ángulo de 90º junto al mástil) puño de escota. También recibe el apodo de “pajarín”.
En la parte inferior de la vela encontramos un mástil horizontal, la botavara, que la sujeta por debajo y a la que también se amarran las escotas.
Y las escotas también suelen ir anudadas a los carros de escota, que, como su propio nombre indica, son pequeños carros de metal situados en la cubierta que se desplazan horizontalmente sobre un raíl del mismo material para mover con facilidad la vela a sotavento (dirección contraria al viento) o barlovento (dirección desde la que viene el viento). En vocabulario náutico, a este reajuste específico de las velas se lo conoce como trimar.
Al igual que sucede con muchas de las otras sogas de los veleros, el material más habitual en el que están fabricadas las escotas es el poliéster, tanto para el alma (interior del cabo) como para la funda (recubrimiento que lo protege). El poliéster es extremadamente resistente a los elementos, como el sol, el agua y la sal, y también al rozamiento, que las escotas sufrirán de manera constante.
Otro material que se puede emplear para las escotas es el polietileno modificado o Dyna, un material sintético con una dureza superior a la del acero. El polietileno, muchas veces combinado con el poliéster como funda, está especialmente indicado para las escotas de los barcos de competición, en los que son imprescindibles cabos que puedan soportar una gran tensión y cargas extremas. Y es que en regatas y carreras, contextos en los que hasta el más mínimo error puede suponer la diferencia entre ganar o perder y resulta intolerable sufrir fallos en el material, contar con sogas de altísima calidad para las escotas es casi imprescindible.
Una cualidad muy importante para los cabos de escota es el llamado grip, o capacidad antideslizante, que influye en su rendimiento, y también en la sensación al tacto. Las escotas pasarán constantemente por nuestras manos, y muchas veces de forma rápida e incluso violenta… por ello, querremos que las sogas ofrezcan una buena sujeción y un tacto tan suave como sea posible. No es simplemente una cuestión de comodidad: la suavidad de las escotas evitará que suframos quemaduras y heridas en las manos y el cuerpo al manipularlas.
Según las características de nuestra embarcación, como por ejemplo el número de velas, y las actividades que queramos llevar a cabo con ella (regatas, navegación de crucero, etc.) necesitaremos un mayor o menor número de escotas, de uno u otro tipo.
En definitiva, si las drizas son fundamentales para mantener el velero en marcha, las escotas resultan imprescindibles para poder gobernarlo de forma eficaz. Un gran número de maniobras dependen del manejo de las escotas, por lo que deberemos tenerlas siempre en perfectas condiciones, revisadas y a punto. Si no, nuestro velero sencillamente quedará ingobernable y a merced del viento.