La náutica de recreo está en auge en España desde hace unos años. La recuperación económica ha contribuido al crecimiento del sector, tanto en la vertiente de las matriculaciones (esto es, barcos en propiedad), como en el formato de alquiler. Más allá de las condiciones económicas, que varían con los años, no cabe duda de que la navegación de recreo tiene en España un contexto envidiable para desarrollarse: con más de 7.000 kilómetros de costa, una geografía diversa y llamativa y condiciones climatológicas generalmente favorables, navegar por el mero placer de hacerlo es una actividad muy recomendable en nuestro país.
Este tipo de navegación puede hacerse por razones de disfrute personal o con ánimo de lucro, pero en ambos casos hablamos de un tipo de náutica íntimamente relacionada con sensaciones y experiencias. Para muchas personas, navegar es un estilo de vida, una afición que aporta un placer difícil de explicar a los que no se sienten atraídos por el océano.
Depende enteramente de cada uno, de sus gustos y recursos, escoger el tipo de embarcación más apropiada para la náutica de recreo. Como avanzábamos al principio, en este sector no hay un solo tipo de barco, ni mucho menos. Las sencillas embarcaciones de playa (barcos de pedales, piraguas y káyaks, ¡incluso tablas de surf!), las rápidas y potentes motos de agua, majestuosos veleros de paseo, lanchas con todo tipo de diseños, yates para distancias más amplias… son solo algunos ejemplos de los muchos barcos destinados a la navegación de ocio.
Cualquier persona puede iniciarse en la navegación de recreo siempre que lo desee, por supuesto, pero el manejo de barcos, al igual que la conducción de cualquier otro tipo de vehículos, exige contar con los permisos homologados que indique la ley. Además de las preferencias y los recursos, los permisos de navegación también condicionan el tipo de barco que escogemos para lanzarnos al mar.
Aunque hay excepciones, por supuesto: las embarcaciones de playa, uno de los símbolos de la navegación recreativa, no exigen ningún tipo de permiso. Tampoco los barcos de motor menos potentes y los veleros de menor tamaño. Todos ellos podrán gobernarse sin contar con ningún permiso, pero, eso sí, manteniéndose siempre a menos de dos millas náuticas del puerto más cercano.
Para las embarcaciones de mayor tamaño, existen títulos de diferentes niveles: Licencia de Navegación, Patrón de Navegación Básica, Patrón de Embarcaciones de Recreo, Patrón de Yate y Capitán de Yate. Salvo el primero, todos ellos exigen conocimientos de cierta profundidad, así como experiencia práctica y aprobar un examen. Los títulos de mayor nivel implican una importante dedicación, pero también otorgan mucha más libertad.
Cuando nos iniciamos en la navegación recreativa, debemos decidir hasta dónde queremos llegar, y, sobre todo, qué tipo de barcos querremos manejar. La eslora y las condiciones en las que navegaremos (de día o de noche, o a mayor o menor distancia de la costa, etc.) nos ayudarán a determinar qué titulo náutico necesitaremos.
También cabe señalar que la navegación de recreo implica responsabilidades en materia de seguridad náutica: echarse a la mar sin los más elementales conocimientos de navegación nunca es buena idea. Un patrón de barco, por pequeño que sea su navío, nunca debe olvidar que su tarea es velar por sí mismo, por la embarcación y por las personas que lo acompañan. Prudencia, atención, responsabilidad y tranquilidad son cualidades imprescindibles para cualquier persona que se esté planteando iniciarse en este mundo, que es fascinante, sí, pero también conlleva riesgos ocasionales.
En cualquier caso, la navegación, el acto de gobernar el barco, es solo una parte la experiencia. La náutica recreativa es, en realidad, la puerta para un sinfín de actividades relacionadas con el agua: pesca, buceo, esquí acuático, turismo puerto por puerto… incluso, por qué no, baños en calas remotas de aguas transparentes. Los límites de la experiencia en el mar solo los ponemos nosotros mismos.